Como audaz berbiquí transita la palabra los entresijos tiernos del tierno sentimiento.
Unas veces fugaz o cantarina o ingenua como el niño que aposenta en tu mano su periplo inseguro.
Otras veces recuerda al esmeril, al lúdico aguijón, resorte calculado para que el hombre desconecte el enlace del hombre con su esencia o abomine de sí y se torne silencio en túneles larvarios, articule distancia como coz de sangre afónica.