Por construir castillos en el aire he ido poniéndote triste, y si alguien viniera a mirarme a los ojos, nada le parecería más triste que ellos, pues en ellos conviven la vejez de la casa, la oscura soledad del verano del patio y ese silencio patio y su animal dormido.
Se me escapó el duende de las cosas que tenían que ver con el amor, y me quité la fecha y el anillo de oro para que nada pudiera brillar más que la ausencia. Y así, apagada, recorro las calles de la ciudad.
Vienen a visitarte las avenidas, los bares, las plazas y la gente. Escaparates, casas, bancos y más gente. Multitudes y riadas de gente que vienen y se van y yo querría volar como las gaviotas.