el arañazo y la tibia y las ortigas y el desfiladero permanecen, pero la laringe se apertura: se me abre y puedo jugar con sólo peones.
me pongo en pie: el gotero está vacío.
firmo el alta.
pero del mismo modo sé que la doble negación del no siento que no siento nada es el fuego que me arde y sale por la boca cuando encuentro, de vuelta, un cristalito perdido que encaja en mi mosaico manco. ¿es la piedra angular que hará sumar cien, de nuevo?
con la resta me quemo hasta morir de felicidad y me despeño cuando soy una sombra errante envuelta en llamas: el final es el mismo.