La guerra contra nuestros principios, despertó en 1955, mientras se fraguaron los relatos de un náufrago y se socavaban los barrotes de la celda de Rosa Parks.
Removiendo un Peter Dawson del treinta y dos, vertí mis lamentos encima de Isaac. Se enfadó, pero lamió los restos del cristal de mis manos.
Preguntó por mi cumpleaños y cité a la Luna. Después, subimos a la habitación número 247.
Isaac fundía palabras y bebía restos de poemas. Pasó siete mil segundos hablando sobre que Medea, en octubre, cumplía la peor de las penitencias.