Sentada, aturdida ante las cosas que en tu presencia solían tener significado: hogar, calor, ternura, y en tu ausencia son tan solo simples cosas. El cepillo de dientes, por ejemplo, la alfombrilla de la ducha, el sofá que, en momentos de nostalgia, cubrías con la manta azul y me besabas, son ahora cuerpos bobos, tristes asuntos de una vida pasada, materia sin sentido ni credo ni memoria. ¿Por qué no te llevaste contigo tantos bultos? De haberme dejado tan solo las paredes, la luz, como un hilo de agua que brota avergonzada de la fuente, podría recorrer sin obstáculos la estancia e iluminar mi piel, que es transparente, y estos ojos tristes que dilatan sus pupilas y te buscan.